ahora



Ahora 
que no puedo ir a visitarte, te encuentro en el aroma a alcauciles y la escarcha del invierno. 
Te apareces de golpe, y a veces sonrío pero otras hago fuerza para que no me vean llorar.
Ahora, 
me pregunto si las decisiones me van tomando, o yo no decido nada, para encontrarme haciendo exactamente todo aquello que juré que no iba a hacer, o de lo que me burlaba, o lo que (ahora me doy cuenta) no entendía.
Ahora 
puedo ver todo a través del cristal de lo inexorable, todo se me hace claro cuando estoy en tu lugar y digo las mismas cosas.
Ahora 
me pregunto si de tanto hacerse fuerte, una termina por no sentir nada.
Si quedarse solo es una trinchera para que el dolor venga sólo de adentro.
Si amigarse con los monstruos es un acto de coraje o una necesidad de supervivencia.
Ahora
sé que cuando me ofrecías de llevarlo a tu nieto a comprar, para que salga y no esté solito, en realidad era al revés. No te animabas a decir que estabas hablando de vos. Que eras vos el que necesitaba tomar aire y salir con él, para no sentirte tan solito.
A veces extraño tenerte. Pero en realidad no al que fuiste solamente, sino al que necesito. Uno que abrace sin preguntar, entienda sin hablar, esté sin condiciones, sostenga sin tambalearse, sonría de verme nomás.
Ahora 
Si tengo que imaginar un paisaje desolador, pienso en esas noches y noches de mirar el espacio vacío a tu lado, apagar la luz y sentir el silencio.
Te veo rodeado de perros y gatos en la cama, porque hasta los más duros necesitan otro corazón, cualquiera que palpite al lado para poder seguir respirando. Los corazones simplemente deciden parar, si por mucho tiempo su sonido se disuelve en un desolador eco.
Ahora,
Si tengo que elegir lo que no quiero para nadie, ni siquiera para mis peores enemigos, son esas noches de soledad y desconcierto en la fría sala de terapia intensiva, donde la vida se te fue diluyendo, gota a gota.
Como no pude estar en ese último suspiro, 
Ahora,
intento imaginarlo, cierro los ojos y te veo corriendo por la sierra, con las pupilas brillantes reflejando la corriente del río, riendo, riendo mucho.
Sin dolor y liviano, abrazado por ese amor sin filtros ni resistencia, que te daban los nietos, cuando te veían llegar. 
Y puedo decirte para adentro, en el lugar donde siempre te encuentro, que te quiero, que te extraño.
Entonces no supe hacerlo, no me enseñaste, y yo tampoco supe aprender. 
Pero de eso, sólo me doy cuenta,
Ahora.

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