Me

Me enternece
más que nada
 en el mundo
el pañuelo en el cuello
de los nenes
muy pequeños.
que tocan y afirman
me puso mi mamá,
es que ando mal de la garganta.


Me fascina
la libertad con que las burbujas
danzan y se elevan
festejando
el efímero nacimiento
del bidón del dispenser.


Me emociona
la pretensión
 de cáliz sagrado
de las milanesas
con aceite brotando
en la cocina oxidada
de la tía olvidada.


Me perturba
todo el andamiaje
de odio destilado
en el que chapoteo
cada vez que escucho
una conversación
 de dos doñas rosas
en la fila del supermercado.


Me fascina
la mirada de los gatos:
Su distancia
Su sabiduría de siglos
Y la poca importancia
que nos brindan.
los gatos son el punto justo
donde se encaja la balanza
de peso existencial.
Creernos más de lo que ellos nos otorgan
es ya pretensión del ego.


Me estremece
la epifanía
que se nos revela noche a noche
en el pasadizo de los sueños.


Me paraliza
la sensación
de que el ser humano
está en la antesala
de la autodestrucción.


Pero por sobretodo
me conmueve profundamente
la cucaracha
 que ya acorralada
sigue luchando por caminar
 con medio cuerpo destrozado,

la hormiga
que sigue empujando
 contra el agua que la arrastra
hacia la alcantarilla

el bicho
que se choca una
y otra
y otra vez
con el farol,
pero no por eso
abandona su pasaporte
postergado
al paraíso de neón.

La planta que se estira
 hacia el sol
del ventiluz
en la soledad
 de un monoambiente.


Será por empatia
acaso
que lo que más me perfora
me identifica
me interpela
es la fuerza sublevada
de cualquier forma de vida
en estado de supervivencia

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