8m


       Hoy me desvelé a las seis, como ayer, y anteayer, y antes, del anteayer.

       No sé bien qué me pasa.

        Todavía no me tiene que venir. ¿Será porque me acordé de la abuela? Conseguí trabajo nuevo, empiezo el mes que viene. Todo el día te pedí que me ayudaras, y me ayudaste. Yo sé que estuviste ahí. Todo el viaje de vuelta me la pasé llorando, te sentía justito al lado. Me hubiera gustado que nacieras ahora, abuela. Que hubieras podido contar tu secreto. Que hubieras podido preguntarte qué es lo que VOS querías. Me hubiera gustado que pudieras, viejita linda.
¿Será por eso, que me desvelé?

      Me quedé dando vueltas en la cama, apagué el ventilador, busqué una frazada. De costado miré el armario y me di cuenta que no había preparado la ropa. La mañana estaba bastante fresca. Hace rato que quiero ponerme esa pollera de jean, que me hizo con un pantalón viejo mi amiga Guada. Pero no, La bici, la hora. Mejor algo suelto, que me tape. Pero por otro lado, es el trabajo, no puedo ir así nomás, desalineada.
Me levanté y me puse un vestido suelto y una chatitas. No es lo que más me gusta, pero bueno. Me tocará sentirme linda otro día. Otro mes. Otra vida.

        Son las 8 am. Agarro el teléfono y leo el mensaje de Vicky. Sí, finalmente se va a bajar de la obra. Termina a la medianoche la función, y tendría que volverse sola, viajando hasta LaFerrere. “Es una pena, pero creo que estoy en la misma de siempre. Afuera por lejanía. Por periférica. Todo lo lindo que pudo haber estado la función se desvanece cuando empiezo a caminar apurada por las calles, en estado de alerta, pegada al teléfono en el bondi para no sentir tanto las miradas invasivas. Es más, el otro día me tomé un remis cuando llegué a Lafe, y le dije al tipo que doble por la avenida. Podes creer que siguió por el camino más oscuro. Esas seis cuadras hasta que volvió a una calle transitada, fueron un infierno, el corazón me palpitaba y pensaba por qué no tendré una navaja en la cartera. Lo único que atiné a hacer es mandar audios inexistentes para que piense que me estaban esperando despiertos en casa”.

       Josefina duerme, espero que hasta tarde, así no se hace largo. Desde que se fue el padre la estoy dejando sola. Sí ya sé, tiene doce, pero igual me da cosa. Le doy un beso en la mejilla, y sonríe, dormida.

        Camino al trabajo, pienso si el tipo habrá disfrutado ese momento de perversión. ¿Habrá sentido acaso poder al ver la cara de terror de Vicky por el espejo retrovisor?
 Un tipo, otro, empieza a seguirme con la moto, despacito, atrás mío. Justo en una casa están sacando el auto, para ir a la escuela (los nenes están con uniforme). Me paro en la casa, con la mirada cómplice y atenta de la madre. La moto sigue para el fondo. En un segundo que nos miramos a los ojos, sin hablar, yo le digo gracias viste como son estos enfermos y ella me dice sí la verdad de nada.

        Llego al trabajo, y siempre sonrío, no quiero que me pregunten qué me pasa. Un poco de malhumor me agarra. Otra vez no hay ni café ni azúcar. Otra vez yo llego temprano y él tarde. Otra vez la pila de expedientes que él ayer dejó sin terminar. Otra vez la misma historia.

         Cuando salgo, dejo la bici en una guardería, y me atiende José, el amigo de mi viejo. Me pregunta por mi marido. Ya te dije José, estoy separada. Y José insiste, que no es bueno estar sola, perdónalo, así tienen un bebé y todo se arregla. -Mirá José, mi ex marido no sólo no trabajaba, sino que se deprimió, se puso a tomar, y un día me agarró del cuello y me amenazó delante de la nena. ¿Eso querías escuchar?
José se quedó callado, me dio el papelito con el número 803, y bajó la mirada.

       En el colectivo me encuentro a Myri, mi vecina, que se recibió de médica y está trabajando en el Hospital Posadas. -Es bastante cuesta arriba, amo mi trabajo, pero no sabés las cosas que vemos. Nos llegan baleados, desnutridos, nenas violadas. Es muy duro, y la exigencia, el triple. Con Mauro estamos pateando lo de tener un bebé porque si me ven embarazada chau, pierdo la residencia.

     Paso por el cajero, hay dos cuadras de cola. Hoy no voy a poder sacar, Jose estuvo muchas horas sola. Le mando un mensaje a mi hermana, para que me preste de nuevo. Cuando haya menos gente le devuelvo.

     Hoy es la marcha del 8M, la quería llevar a Jose, sé que es importante, pero estoy fusilada. Ojalá podamos ir a la que viene.

    Y cuando llego a casa, cansada, podrida, me transformo en mi mejor versión, o la que me queda, la que me alcanza. La abrazo, le pregunto cómo anda.
-Bien mamá, hoy de nuevo me estuvo diciendo “gorda” Joaquín. Le fui a decir al profe pero me dijo que no sea maricona. Yo quiero empezar el gimnasio ma. Ah, y tendría que ir a particular de matemática. ¿Te conté que a Anto la manoseó el primo? Sí, ése, el de veinte. Ahora se viene un re bardo, la madre le dijo que para qué lo contó, que si ella lo dejó es porque también quería, no sé un lío.
Mamá nos quedamos sin comida de gatos.
Ah! Y para construcción de ciudadanía me dieron tarea. Tengo que contestar con mis palabras esta pregunta. Pero ni idea, ma.

Ma, qué es el patriarcado?







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